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Sabine Réthoré 1998-2020?


Comencé con pintar retratos, muchos de mis amigos, a veces de mí mismo. Para todos inventaba papeles, haciendo de uno el justador, de otro el buzo… Una vez fui ícaro, otra vez una sirena. Les instalaba tras, aquellas máscaras, entre decorados que inventaba para ellos, paisajes imaginarios que reflejaban un carácter, traducían, en manera de alegoría, algunos fragmentos de mundos interiores.

 

Hice otros retratos, ya no de mis allegados sino de las figuras, más ajenas, del tarot de Marsella: la papesse, l’impéractrice… Todavía pintándolos pero, entonces, a lo largo de un camino de imágenes: contaba, de un cuadro al otro, la historia que les quería regalar. Como enlacé estas imágenes, concebí libros, hechos para el tocar, para que se manipularan tanto y como se miraban.

 

Un día de 1998, por casualidad, abrí otro libro. Era un atlas.

 

Ese día, se me antojó hacer el retrato del mundo. Un retrato que no vendrían ordenando las líneas arregladas de una cartografía convencional, sino – un retrato que traduciría, con el rigor de la fantasía, lo que yo sabía sobre la tierra, lo que descubría, lo que inventaba, y también lo que discutía a propósito de ella.

 

Con mis primeros retratos, no se trataba de hacer semejanza, sino manifestar una mirada. Asimismo, con mis mapas y mis globos, no era cuestión de calcar el mundo, sino más bien de interpretarlo, y por eso, de pluralizarlo en variaciones y propuestas renovadas sin cesar.

 

Desde el lienzo hasta el libro y desde el libro hasta el mapa, seguí siendo fiel al deseo de pasar mis modelos y mis soportes al tamiz de una visión que desfasa, desordena, deforma, para figurar mejor.

Me llevará quizás aquella mirada, pronto, hacia otros continentes, otras formas, otros objetos.

Ya me ha permitido rehacer el mundo, discutir una visión monolítica de la tierra para declinar sus versiones.

Son mis versiones de la tierra que descubro en este sitio.

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© Vincent Cunillère